Hace poco, una amiga publicó en
Facebook que su esposo "piensa que dos monólogos son iguales a un
diálogo". Esto me hizo pensar. ¿Cuánta gente piensa así? Y ¿cómo actúan
realmente, quienes creen que no piensan así?
En mis talleres para parejas, suelo
preguntar a los participantes "¿quién aquí cree que los demás simplemente
deberían aceptar que Ud. tiene la razón?" Unos pocos valientes levantan la
mano y nos divertimos con su honestidad. Pero los que no levantan la mano lo
hacen porque saben cuál es la respuesta "correcta". Todos sabemos que
sería ridículo creer que todo el mundo debe estar de acuerdo con nuestras
opiniones y perspectivas.
Sin embargo, lo que hacemos o
decimos no siempre se conforma con lo que sabemos que es "correcto".
Ejemplo de esto, es el caso de "dos monólogos siendo igual a un diálogo."
Muchos no estamos de acuerdo con esa idea, pero, en la realidad, ¿qué hacemos?
Emitimos nuestra opinión, en forma de un monólogo, y nuestra pareja emite su
opinión, también en forma de un monólogo. Y así seguimos: con un ida y vuelta,
como si jugáramos un tenis de mesa verbal, hasta que alguien cede y acepta que
el otro tiene la razón. (Al menos eso es
lo que realmente esperamos.) Lamentablemente, en la mayoría de las relaciones,
esto se considera diálogo y comunicación. "Si no estás de acuerdo conmigo,
debe ser porque no te di suficiente información. Así que seguiré hablando hasta
que veas que sí tengo razón".
No es de extrañar que aunque
muchos adhieren a la fórmula 2 monólogos = 1 diálogo, no se trata
de una comunicación real. Una definición de comunicación es "proceso
recíproco para alcanzar el entendimiento mutuo…" Y otra es los
"medios de conexión entre personas…" Sin embargo, si mi propósito es
convencerte de que tengo razón y tu propósito es convencerme de que tú tienes
razón; no hay muchas posibilidades de "alcanzar el entendimiento mutuo"
o una "conexión".
Algunos de los principales supuestos
que sostienen la dinámica de la teoría de 2 monólogos = 1 diálogo son:
- Si el otro tiene razón, entonces yo no.
- Si el otro no percibe que no estoy "equivocado/a" (es decir, que soy "malo/a"), puede enojarse o desilusionarse conmigo y dejarme.
- Por lo tanto, debo convencer a esa persona de que no estoy equivocado; si no me abandonará.
A nivel de supervivencia, no importa si este "abandono" es físico o emocional, a corto plazo o permanente. Como muchas de las costumbres en nuestras relaciones, este miedo es impulsado por nuestro instinto de supervivencia. Y si a un individuo se lo castiga de niño por estar "equivocado," ese miedo se intensifica aún más.
Cuando somos bebés, la parte de
nuestro cerebro que crece más rápido en los primeros 18 meses de vida es el
sistema límbico: la parte emocional del cerebro y la parte que nos ayuda a
interpretar la comunicación no verbal, como la sonrisa de una madre. ¿Por qué
es tan importante para un niño? Porque si ese bebé no obtiene una conexión, el
cuidado, la sonrisa, la aprobación de la madre, entonces ella lo dejará en el
frío donde morirá congelado o donde lo comerán los lobos. ¿El bebé sabe esto? Claro que no. Pero, ¿nuestro
sistema de supervivencia cuenta con ello? Definitivamente. Y este instinto no
desaparece cuando crecemos.
Sin embargo, tenemos la
capacidad de usar nuestros lóbulos frontales, nuestra capacidad de
razonamiento, para aplicar este conocimiento en nuestra comunicación y nuestras
relaciones. Podemos entender mejor lo que muchas veces nos impulsa a expresar
nuestra perspectiva y rechazar la de nuestra pareja como parte de nuestra danza
de supervivencia. Podemos aprender a calmar la parte instintiva de nuestro
cerebro que se siente amenazada cuando alguien no concuerda con nosotros. Y
podemos aprender nuevas formas de entablar diálogos que produzcan una verdadera
comunicación: "alcanzar el conocimiento mutuo" y una "conexión".
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