Wednesday, August 5, 2015

La Matemática de la Comunicación

Hace poco, una amiga publicó en Facebook que su esposo "piensa que dos monólogos son iguales a un diálogo". Esto me hizo pensar. ¿Cuánta gente piensa así? Y ¿cómo actúan realmente, quienes creen que no piensan así?

En mis talleres para parejas, suelo preguntar a los participantes "¿quién aquí cree que los demás simplemente deberían aceptar que Ud. tiene la razón?" Unos pocos valientes levantan la mano y nos divertimos con su honestidad. Pero los que no levantan la mano lo hacen porque saben cuál es la respuesta "correcta". Todos sabemos que sería ridículo creer que todo el mundo debe estar de acuerdo con nuestras opiniones y perspectivas.

Sin embargo, lo que hacemos o decimos no siempre se conforma con lo que sabemos que es "correcto". Ejemplo de esto, es el caso de "dos monólogos siendo igual a un diálogo." Muchos no estamos de acuerdo con esa idea, pero, en la realidad, ¿qué hacemos? Emitimos nuestra opinión, en forma de un monólogo, y nuestra pareja emite su opinión, también en forma de un monólogo. Y así seguimos: con un ida y vuelta, como si jugáramos un tenis de mesa verbal, hasta que alguien cede y acepta que el otro tiene la razón.  (Al menos eso es lo que realmente esperamos.) Lamentablemente, en la mayoría de las relaciones, esto se considera diálogo y comunicación. "Si no estás de acuerdo conmigo, debe ser porque no te di suficiente información. Así que seguiré hablando hasta que veas que sí tengo razón".

No es de extrañar que aunque muchos adhieren a la fórmula 2 monólogos = 1 diálogo, no se trata de una comunicación real. Una definición de comunicación es "proceso recíproco para alcanzar el entendimiento mutuo…" Y otra es los "medios de conexión entre personas…" Sin embargo, si mi propósito es convencerte de que tengo razón y tu propósito es convencerme de que tú tienes razón; no hay muchas posibilidades de "alcanzar el entendimiento mutuo" o una "conexión".

Algunos de los principales supuestos que sostienen la dinámica de la teoría de 2 monólogos = 1 diálogo son:

  • Si el otro tiene razón, entonces yo no.
  • Si el otro no percibe que no estoy "equivocado/a" (es decir, que soy "malo/a"), puede enojarse o desilusionarse conmigo y dejarme.
  • Por lo tanto, debo convencer a esa persona de que no estoy equivocado; si no me abandonará.

A nivel de supervivencia, no importa si este "abandono" es físico o emocional, a corto plazo o permanente. Como muchas de las costumbres en nuestras relaciones, este miedo es impulsado por nuestro instinto de supervivencia. Y si a un individuo se lo castiga de niño por estar "equivocado," ese miedo se intensifica aún más.

Cuando somos bebés, la parte de nuestro cerebro que crece más rápido en los primeros 18 meses de vida es el sistema límbico: la parte emocional del cerebro y la parte que nos ayuda a interpretar la comunicación no verbal, como la sonrisa de una madre. ¿Por qué es tan importante para un niño? Porque si ese bebé no obtiene una conexión, el cuidado, la sonrisa, la aprobación de la madre, entonces ella lo dejará en el frío donde morirá congelado o donde lo comerán los lobos. ¿El bebé sabe esto? Claro que no. Pero, ¿nuestro sistema de supervivencia cuenta con ello? Definitivamente. Y este instinto no desaparece cuando crecemos.

Sin embargo, tenemos la capacidad de usar nuestros lóbulos frontales, nuestra capacidad de razonamiento, para aplicar este conocimiento en nuestra comunicación y nuestras relaciones. Podemos entender mejor lo que muchas veces nos impulsa a expresar nuestra perspectiva y rechazar la de nuestra pareja como parte de nuestra danza de supervivencia. Podemos aprender a calmar la parte instintiva de nuestro cerebro que se siente amenazada cuando alguien no concuerda con nosotros. Y podemos aprender nuevas formas de entablar diálogos que produzcan una verdadera comunicación: "alcanzar el conocimiento mutuo" y una "conexión".


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